¡Hola a todos! Hoy me apetece dejaros un relato cortesía de la Iniciativa Granitos de Arena y de su sección Taller de Escritura, de la que formo parte. Os aseguro que sin ella este relato no habría existido.
En fin, allá voy.
¿QUÉ PASARÍA SI...?
¿Qué pasaría si… de pronto todo el mundo fuera susceptible de convertirse irremediablemente en un asesino? ¿Si todos tuviéramos de pronto el impulso de cometer un asesinato y hacerlo sin importar las consecuencias, esas que ya no existen porque el mundo se ha convertido en una selva donde el que manda es el que tiene las manos llenas de sangre ajena? ¿Y si de pronto todo eso se volviera real, la gente muriendo, la confusión y el caos llenando las calles? Nadie puede controlarlo. Todo el mundo está igual de atrapado que tú, muriendo o matando. Según lo que les dicta su naturaleza.
Imagina. No estás a salvo, ni tú ni nadie. No se sabe por qué, no se sabe qué es lo que está haciendo que gente normal, a la que has visto todos los días en sus pacíficas ocupaciones, se conviertan en personas despiadadas cuya mayor diversión es destripar, arrancar, desgarrar y saborear ese instante en que la vida abandona los ojos de sus víctimas. No estás a salvo y al tiempo, la sospecha te rodea. Porque tú puedes ser el siguiente ejecutado, pero también puedes ser el ejecutor y no sabes cuál de los dos serás. Puedes ser el asesino de esa dulce ancianita que todos los días te saluda en la escalera. Pero también puedes ser su víctima, y hasta que te llegue el impulso o no… no lo sabrás. No sabrás si eres el que sostiene su corazón ensangrentado, todavía palpitante, notando cómo la adrenalina corre por tus venas y cómo algo parecido a la emoción llena cada rincón de tu cuerpo, o si eres el que reposa en el suelo, notando cómo la vida se escapa de tus venas con cada gota de sangre que gotea sobre el pavimento.
¿Sientes el miedo? ¿Estás ya contando los latidos de tu corazón, rogando por que no sea el último, que sea el último de otra persona, no el tuyo? Ah… entonces prefieres asesinar a morir. Tal vez sea eso a lo que todo se reduce, al instinto de supervivencia. O tal vez no. Tal vez sea una epidemia, tal vez, tal vez… pero no se sabe. Nadie se está molestando en investigarlo, todos prefieren matar antes de ser muertos. Sabiendo que no hay consecuencias ¿ya has pensado, aunque sólo sea eso, en acabar con esa persona que una vez te hizo la vida imposible? Ya veo…
Sí, sí, escóndete, tanto de ti mismo como de los demás. Tú casa, ahora vacía, oscura, ofrece un refugio que tal vez no sea perfecto, pero que por su familiaridad calma un poco las respiraciones aceleradas que intentas meter a presión en tus pulmones. No hay nadie, tranquilo, entra. ¿Oyes los pasos, los gritos que pasan fuera, fuera de tu puerta cerrada? Escóndete más. Que no te encuentren. Mejor morir ellos que morir tú.
Ahora te miras al espejo, escudriñando tus ojos, buscando en ellos la locura que parece estar invadiendo al resto del mundo. Hace tiempo que perdiste la pista de la gente a la que querías. No sabes si han muerto o han matado y no quieres saberlo. Haces bien. La verdad sería algo demasiado duro para soportar. Mírate más de cerca, observa bien tus ojos. ¿Lo ves? ¿No? Tu brazo se alza hacia tu cuello sin que tú puedas hacer nada para evitarlo. Mira bien, no apartes la vista de esa espantosa sonrisa descarnada que ha comenzado a abrirse paso entre tus labios, no apartes la vista de tus dedos, que ahora aprietan tu cuello con una fuerza que desconocías tener. ¿Notas el miedo ya? ¿Notas tu corazón atronando en tus oídos? ¿Notas cómo tus manos, incapaces de detenerse, aprietan cada vez más, haciendo que tu cara se vuelva de un tono amoratado, que tus labios queden pálidos como si alguien les hubiera robado el color, que las venas de tus ojos florezcan de color rojo, que cada respiración duela como si un millón de cuchillos se clavasen en tus bronquios? Acércate más al espejo. Mira bien, ahí está la respuesta, en tus pupilas inyectadas en sangre.
¡Já! No te lo esperabas, ¿eh? La gente mata para no matarse y tú has huido durante mucho tiempo de matar. Te toca. Estás infectado, lo sabes. O tal vez no lo estés. Porque esto te gusta. Sí, te gusta, mírate. Por eso aprietas más fuerte, disfrutando del terror que te devuelven tus propios ojos. Por eso sonríes tan fuerte que tus mejillas se expanden. Por eso celebras la llegada del color negro en la periferia de tu mirada y cada respiración ronca, cada gemido que se escapa de tu cuerpo.
Te desplomas sobre el lavabo, recibiendo un golpe en la cabeza, notando cómo la sangre se escurre por tu cabello y todo sin dejar de apretarte el cuello. Vaya, eres duro. Caes al suelo, notando las vibraciones del golpe dentro de todo tu ser, notando la sangre en la boca, notando el frío en las extremidades y la fuerza casi cariñosa de tus dedos sobre tu tráquea. Ríes con un sonido ronco, ahogado, que te estremecería si pudiera. Ya casi te has ido, pero tus manos siguen aferrando tu cuello con una fuerza brutal. Y fíjate por donde, tú has sido a la vez tu asesino y tu asesinado.
Has ganado y has perdido. No han podido contigo. Pero tú sí, ¿no es gracioso?.
Cierra los ojos, respira por última vez.
¿Oyes ese gorgoteo? Es lo último que queda en ti, sonríe. Tu tarea ya se ha cumplido. La muerte ya te ha encontrado. Gracias por indicarle el camino.
¿QUÉ PASARÍA SI...?
¿Qué pasaría si… de pronto todo el mundo fuera susceptible de convertirse irremediablemente en un asesino? ¿Si todos tuviéramos de pronto el impulso de cometer un asesinato y hacerlo sin importar las consecuencias, esas que ya no existen porque el mundo se ha convertido en una selva donde el que manda es el que tiene las manos llenas de sangre ajena? ¿Y si de pronto todo eso se volviera real, la gente muriendo, la confusión y el caos llenando las calles? Nadie puede controlarlo. Todo el mundo está igual de atrapado que tú, muriendo o matando. Según lo que les dicta su naturaleza.
Imagina. No estás a salvo, ni tú ni nadie. No se sabe por qué, no se sabe qué es lo que está haciendo que gente normal, a la que has visto todos los días en sus pacíficas ocupaciones, se conviertan en personas despiadadas cuya mayor diversión es destripar, arrancar, desgarrar y saborear ese instante en que la vida abandona los ojos de sus víctimas. No estás a salvo y al tiempo, la sospecha te rodea. Porque tú puedes ser el siguiente ejecutado, pero también puedes ser el ejecutor y no sabes cuál de los dos serás. Puedes ser el asesino de esa dulce ancianita que todos los días te saluda en la escalera. Pero también puedes ser su víctima, y hasta que te llegue el impulso o no… no lo sabrás. No sabrás si eres el que sostiene su corazón ensangrentado, todavía palpitante, notando cómo la adrenalina corre por tus venas y cómo algo parecido a la emoción llena cada rincón de tu cuerpo, o si eres el que reposa en el suelo, notando cómo la vida se escapa de tus venas con cada gota de sangre que gotea sobre el pavimento.
¿Sientes el miedo? ¿Estás ya contando los latidos de tu corazón, rogando por que no sea el último, que sea el último de otra persona, no el tuyo? Ah… entonces prefieres asesinar a morir. Tal vez sea eso a lo que todo se reduce, al instinto de supervivencia. O tal vez no. Tal vez sea una epidemia, tal vez, tal vez… pero no se sabe. Nadie se está molestando en investigarlo, todos prefieren matar antes de ser muertos. Sabiendo que no hay consecuencias ¿ya has pensado, aunque sólo sea eso, en acabar con esa persona que una vez te hizo la vida imposible? Ya veo…
Sí, sí, escóndete, tanto de ti mismo como de los demás. Tú casa, ahora vacía, oscura, ofrece un refugio que tal vez no sea perfecto, pero que por su familiaridad calma un poco las respiraciones aceleradas que intentas meter a presión en tus pulmones. No hay nadie, tranquilo, entra. ¿Oyes los pasos, los gritos que pasan fuera, fuera de tu puerta cerrada? Escóndete más. Que no te encuentren. Mejor morir ellos que morir tú.
Ahora te miras al espejo, escudriñando tus ojos, buscando en ellos la locura que parece estar invadiendo al resto del mundo. Hace tiempo que perdiste la pista de la gente a la que querías. No sabes si han muerto o han matado y no quieres saberlo. Haces bien. La verdad sería algo demasiado duro para soportar. Mírate más de cerca, observa bien tus ojos. ¿Lo ves? ¿No? Tu brazo se alza hacia tu cuello sin que tú puedas hacer nada para evitarlo. Mira bien, no apartes la vista de esa espantosa sonrisa descarnada que ha comenzado a abrirse paso entre tus labios, no apartes la vista de tus dedos, que ahora aprietan tu cuello con una fuerza que desconocías tener. ¿Notas el miedo ya? ¿Notas tu corazón atronando en tus oídos? ¿Notas cómo tus manos, incapaces de detenerse, aprietan cada vez más, haciendo que tu cara se vuelva de un tono amoratado, que tus labios queden pálidos como si alguien les hubiera robado el color, que las venas de tus ojos florezcan de color rojo, que cada respiración duela como si un millón de cuchillos se clavasen en tus bronquios? Acércate más al espejo. Mira bien, ahí está la respuesta, en tus pupilas inyectadas en sangre.
¡Já! No te lo esperabas, ¿eh? La gente mata para no matarse y tú has huido durante mucho tiempo de matar. Te toca. Estás infectado, lo sabes. O tal vez no lo estés. Porque esto te gusta. Sí, te gusta, mírate. Por eso aprietas más fuerte, disfrutando del terror que te devuelven tus propios ojos. Por eso sonríes tan fuerte que tus mejillas se expanden. Por eso celebras la llegada del color negro en la periferia de tu mirada y cada respiración ronca, cada gemido que se escapa de tu cuerpo.
Te desplomas sobre el lavabo, recibiendo un golpe en la cabeza, notando cómo la sangre se escurre por tu cabello y todo sin dejar de apretarte el cuello. Vaya, eres duro. Caes al suelo, notando las vibraciones del golpe dentro de todo tu ser, notando la sangre en la boca, notando el frío en las extremidades y la fuerza casi cariñosa de tus dedos sobre tu tráquea. Ríes con un sonido ronco, ahogado, que te estremecería si pudiera. Ya casi te has ido, pero tus manos siguen aferrando tu cuello con una fuerza brutal. Y fíjate por donde, tú has sido a la vez tu asesino y tu asesinado.
Has ganado y has perdido. No han podido contigo. Pero tú sí, ¿no es gracioso?.
Cierra los ojos, respira por última vez.
¿Oyes ese gorgoteo? Es lo último que queda en ti, sonríe. Tu tarea ya se ha cumplido. La muerte ya te ha encontrado. Gracias por indicarle el camino.
Wow Camino, es genial, no sabes todo lo que transmite...es muy visual, te lo vas imaginando, lo cual hace que a la vez sea un poco desagradable..., y lo del instinto de supervivencia siempre es algo sobre lo que me interesa leer... Admito que me ha dejado mal cuerpo, pero me ha gustado mucho!! Asesinar o ser asesinado, ¿o las dos? Enhorabuena;)
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ResponderEliminarHola Camino, menos mal que solo era un parrafo...jajaja Bueno, a mi también me ha gustado, muy visual es cierto, podria ser el tema de una serie de estas que tan de moda están últimamente. Guion televisivo en acción, nadie te dice en que grupo se visualiza, yo de los que sobrevive, me gusta pensar que no soy de las que tiene el instinto de supervivencia atrofiao. Saludos guapa.
ResponderEliminar¡Hola guapiiiiii! Ya estoy por aquí ^^
ResponderEliminarEn primer lugar decirte que el cambio de look del blog me encanta ^^ el azul es mi color prefe jaja
Y en segundo, pues ya te dije en su día qué pensaba del relato y tienes requetesabido que adoro cómo escribes ^^ así que voy a dejar constancia pública de que espero en un futuro leer una novela tuya porque quedaría fascinadica y es necesaria para el mundo jaja así que ya sabes, ponte a ello ;P
¡Un besazo guapísimaaaa!